Vicente tuvo una adolescencia difícil. Su familia era numerosa, muy pobre, y el trabajo del papá José y de la mamá María Inmaculada a mala pena bastaba para mantener cuatro hijos y dos abuelos. No tenia mucho éxito en los estudios, también por la precaria situación familiar. Su párroco le ayudaba espiritual y materialmente. Durante el tiempo de los primeros años de sus estudios, Vicente trabajo en una peluquería, después se fue a la mar como aprendiz marinero, y, en conclusión, de alguna manera llego a cursar el primer año de Liceo, que perdió.
A estas alturas, sintió el deseo de ser misionero. Los que le conocían, aunque apreciaban le buena conducta del muchacho, en cuanto a su vocación estaban en "veremos". Vicente se había encontrado con el famoso reclutador, padre Fare, comboniano, y juntos habían examinado su vocación.
Las motivaciones parecían positivas. Escribe el joven Vicente, pidiendo su admisión al noviciado comboniano:
"Mi firme decisión es la de donar a Dios mi juventud como instrumento de salvación para tantas almas que están lejos de la fe... Son dos años que pido a la Madre celestial que me ilumine sobre mi decisión, y ahora mas que nunca lo hago delante del Sagrario... Voy con el firme propósito de permanecer, aunque me considere indigno, en el Instituto comboniano por toda la vida que Dios me de, para llevar el Evangelio a los que, sin su culpa, lo ignoran..."
Fue aceptado, a la edad de 23 años, y entro en el noviciado. Las primeras impresiones fueron buenas de ambos lados. El superior escribe: "...Es un joven dueño de si mismo, un hombre de acción, un poco tímido y reservado, pero muy alegre con los hermanos. Tiene un buen carácter y una piedad suficiente y desea seriamente avanzar en la virtud..."
Después de cursar los estudios regulares, fue ordenado en Milan el 30 de marzo de 1963, a los 30 años de edad.

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